Iván Gómez Gil

¡Hola a todos, amigos y amigas! ¿Cómo os va? Soy Iván Gómez Gil, futuro cómico e hijo de presentadores de televisión. Hacer reír a los demás es mi punto fuerte y me esfuerzo mucho por mantener mi reputación de payaso, que lo sepáis. Ya he salido en televisión varias veces y me he ganado unos euritos por ello. ¿Que si ha sido gracias a mi enchufe? Ni lo dudéis. Pero tampoco me falta talento, así que supongo que podemos hacer la vista gorda, ¿no?

Y ahora, poniéndonos serios… me encanta hacer reír a la gente, sí. No me molestaría ser cómico o participar en programas de risa, pero mi sueño, lo que realmente quisiera hacer, es diseñar ropa. No recuerdo cuándo empezó a gustarme ni en qué momento pensé «joh, quiero diseñar ropa». Lo siento, mi vida no es como en las pelis, en las que hay un momento ahí, super culminante en el que abren los ojos y dicen «quiero ser artista», o algo parecido. Seguramente vería alguna pieza chula e intentase dibujarla y poco a poco me fuese aficionando. El caso es que me chifla crear mis diseños y me encantaría trabajar para la cadena «AngelMort», que se que es española y que contrata a diseñadores nacionales. Pero no me atrevo a decírselo a nadie.

Mi hermano mayor, David, iba a ser presentador como mis padres, pero un día decidió que no le gustaba estar frente a las cámaras, sino detrás y estudió lo que fuera que estudiase para conseguirlo. Y mirad que no es algo muy alejado, pero a mis padres les costó mucho aceptar que no quisiera seguir sus pasos. A veces incluso los veo dudar con mi meta de convertirme en cómico, así que imaginad si les digo que quiero dedicarme a la moda. ¡Me desheredan! Y no sé, tampoco me siento muy dado a decírselo a mis amigos. César y Diego son buena gente, pero muy suyos. Casi no me cuentan nada de su vida y no sé cómo reaccionarían de saber lo que quiero en realidad. ¿Se reirían de mí igual que se ríen de Sandra por creer en la magia? No quiero que se burlen de mí y no sé si lo harían, que es peor.

Es curioso, ¿no? Cómo alguien que quiere hacer reír a los demás, hacerles felices con tonterías, sufre en soledad por un sueño. Debería celebrar tener uno, gritarlo y sentirme orgulloso, pero soy incapaz. En ese sentido, Sandra me da envidia: ella lo expresa sin preocuparse por lo que piensen los demás, aunque reciba burlas y la dejen de lado. —No quita que me de mucho miedo, pero es admirable que siga aquello en lo que cree sin preocupaciones—.

Aún soy joven y tengo mucho tiempo por delante, así que con un poco de suerte llega el día en el que me sienta capaz de enfrentarme a mi mundo y decir: «¡Ey! ¡Quiero diseñar ropa y lo haré le pese a quien le pese!»