Karen Abbott Alonso

Es muy complicado cumplir con las expectativas de tus padres cuando tienes un hermano mayor perfecto con el que siempre te comparan. Yo soy guapa, soy buena tocando el piano y tengo unas notas casi perfectas, pero nunca será suficiente. ¿Quién puede competir contra un neurocirujano? Ni siquiera mis padres pueden, y eso que trabajar en relaciones internacionales o como jueza de instrucción, no es nada fácil.

Me esfuerzo al máximo, lo doy todo por ser la mejor y ganarme los halagos de los demás, pero siempre hay alguien por encima. En casa tengo a mi hermano y en clase tengo a Rocío. Si yo saco un 9, ella saca un 10. Si saco un 10, su examen estaba de 11. Es popular, inteligente, guapa… se gana la atención de todo el mundo y me deja en segundo plano. ¡Y no lo soporto! Quiero derrotarla, demostrar que soy mejor que ella. ¡Que soy mejor que cualquiera!

Me paso las horas estudiando, aprendiendo cosas, leyendo. Sí, puede que no me quede tiempo para relaciones sociales, pero eso qué importa. ¡La gente se fija en quien está más arriba! Poco importa el carácter: importan los números. De nada sirve tener la personalidad más afable si eres un analfabeto, nadie te tiene en cuenta. ¡Y es por eso que quiero derrotarla, igual que a mi hermano! Todos me ignoran, pero cuando sea la número uno, me colmarán de las atenciones y del cariño que merezco. ¡Porque soy la mejor! Y me lo he ganado.

Y pensar que la única persona que me tiene en cuenta es un idiota sin cerebro… lo mío es mala suerte.